Lourdes Cirlot
En un siglo como el presente en que la comunicación y con
ella los medios de comunicación han alcanzado una
importancia que difícilmente podía preveerse, no es
demasiado extraño que haya surgido una forma
artística, cuyo medio de expresión lo constituye
aquello -sea tarjeta postal, carta, paquete o cualquier otro
elemento semejante- que se envía a través del servicio
internacional de correos
Por un lado, debe tenerse en cuenta que durante todo el siglo
XX el artista Be ha sentido cada vez más impelido a encontrar
nuevos modos de expresarse. No en vano un Marcel
Duchamp, por ejemplo viajaría de París a Nueva
York con su célebre botella con Aire de París para su
amigo Arensberg; o bien un Kurt Schwitters recogería todos
aquellos objetos que le parecían interesantes para
integrarlos más tarde en sus famosas construcciones Merz,
dando lugar a un tipo de obras que resultan muy difíciles de
encasillar en los ámbitos tradicionales del mundo del arte.
Desde la gran aventura que comenzará con la
experimentación de introducir materiales
heterogéneos, procedentes de diversos contextos, en la
pintura o la escultura por el método del collage han pasado
ya muchos años y, sin embargo, el artista no ha
dejado nunca de valorar de modo extraordinariamente positivo esa
aportación.
Fue a inicios de los años sesenta -cuando se empezaba a
perfilar lo que seria después el arte povera y el conceptual-
el momento en que se iniciaría esta modalidad que luego se
conocerla con el nombre de "Arte Correo", "Correspondence
Art", "Postal Art" o "Mail Art" que es la denominación
más empleada.
No puede olvidarse que precisamente en esa época
surgiría dentro del Nuevo Realismo francés la figura
de Yves Klein que, aparte de sus monocromos, se hizo famoso
por la célebre "Exposición del vacío", o bien
su amigo, Arman, que llevaría a cabo la "Exposición de
lo lleno por los mismos años, los artistas del grupo
Fluxus en Alemania -Maciunas, Beuys, Vostell- con sus
performances, en las que el escueto guión que se
escribía para el desarrollo de las mismas bien pudiera
considerarse como un antecedente directo del Mail Art.
Además, Ray Johnson fundó en 1962 la primera
escuela de arte por correspondencia que se llamaría "New York
Correspondence school", estableciéndose, de ese modo, como un
precedente claro de la nueva modalidad.
Las ideas en torno al Mail Art y a los que lo practican son
realmente muy diversas y pueden plantearse desde múltiples
puntos de vista: desde una actividad con claras connotaciones
sociológicas hasta incluso de carácter
psicológico. Tampoco pueden olvidarse toda una serie de
aspectos puramente formales en relación con la apariencia del
Mail Art en si. El aspecto de la obra varía enormemente y
puede presentarse tanto bajo una fórmula de austeridad
implacable como llegando a sorprender por su exagerado
barroquismo. Todo se halla en función de cómo
aparecen los mensajes escritos (si los hay), la tipografía
empleada, los sellos y matasellos, los pequeños dibujos
o esquemas adjuntos, así como un repertorio de
múltiples y diversos pequeños objetos que van desde
cualquier cosa cotidiana, por más trivial que pueda
parecer, hasta elementos marcados por su carácter
sofisticado y raro. El color o los colores de todas estas obras de
Mail Art contribuyen también en no poca medida a determinar
el conjunto de la obra.
El intercambio que se establece entre los diferentes artistas que
practican el Mail Art ha dado como resultado en los últimos
tiempos un circuito artístico que crece sin parar y que
además presenta numerosas posibilidades nuevas, paralelas a
los avances tecnológicos. Así, al hacer
referencia ala Mail Art no pueden dejar de tenerse en cuenta los
telegramas, los telex, los fax o bien los mensajes emitidos a
través de ordenadores. Consecuentemente la red se amplia,
en la misma medida que se amplían las posibilidades y
los adictos a ese modo de expresión para el que no existen
fronteras.
La idea de máxima libertad de expresión, inherente al
Mail Art es, sin duda, uno de los factores que más atractivos
lo han hecho para muchos artistas. Al no existir dinero de por
medio, el Mail Art se erige como algo atípico en una sociedad
en la que todo se halla supeditado al poder económico. En la
medida en que un ar-tista de una parte del mundo puede establecer
contacto con otro de una zona cultural sociológica y
geográficamente muy distante, se vencen los
obstáculos para que entre ellos exista comunicación.
Así, a través del Mail Art se conecta con gente de
ideologías y tradiciones culturales diferentes, se anulan
barreras, se acortan distancias y Be hallan soluciones
más allá de los canales habituales por los que se rige
la sociedad y que siempre suelen estar marcados por la
política imperante en cada país.
En cierto modo, cabria afirmar que el ansia de libertad que siempre
ha tenido el artista ha hallado a través del Mail Art una
posibilidad clara de expresión, al anular las ataduras que
Implica toda forma de coacción.
La idea de colaborar se erige como una auténtica panacea
entre los artistas del Mail Art, hasta el punto en que el mero hecho
de intercambiar y coleccionar se torna una auténtica
pasión que aumenta de modo imparable, en la misma medida en
que crece el número de artistas implicados. Llega un momento
en que la cadena que se forma es tan larga que el artista no puede,
por más que lo desee, contestar a todos aquéllos
que le envían su mensaje por correo. Se crea, por tanto, una
sensación de verdadera ansiedad en torno a la emisión
y recepción de obras.
El Interés por ir adjuntando piezas procedentes de
distintos lugares del mundo, correspondientes a artistas muy
diferentes se convierte en una tarea muy próxima a la del
coleccionista para quien la colección jamás se halla
completa. El sentimiento de máxima apertura que
comporta la comunicación artística a través del
Mail Art es realmente extraordinario y lo más
apasionante es que en ningún caso halla trabas para su
existencia y desarrollo.