Por una huelga espectacular
Luther Blissett
[<] Huelga de Arte
Un fantasma recorre el mundo occidental. Sólo algun@s
elegid@s han escuchado sus cánticos, pues estos se han
filtrado con virulencia entre las melodías con que las
almas
sensibles dejan discurrir una existencia desilusionada.
Todavía este grito no se ha alzado sobre la homogénea
percusión del espectáculo: nosotr@s esperamos ese
momento para empezar a ser comprendid@s.
Son pocas y minoritarias todavía las publicaciones en las
que
la Huelga de Arte (Barcelona-Madrid, 2000-2001) habla con
franqueza:
la mayoría se han fingido desinformadas, si bien han
comenzado a maniobrar ocultamente para que el peligroso
enunciado no
trascienda a la escena. Impávidas pero no impasibles. En
realidad el enunciado se halla en la escena y huelen el
peligro. L@s
elegid@s, l@s que otean el futuro en busca de visiones
para la
Máquina no han querido explotar esta figura del
espectáculo. Así, tras la ofensiva de Karen Eliot en
Madrid a principios de año (ver Amano # 5), movimiento
más bien de tanteo y de filtración vírica, los
medios de difusión nacional respondían ignorando la
convocatoria y desinfectando el terreno que podría
legitimarla. El 13 de abril M. Vicent, intelectual que se
ha
inspirado alguna vez en este fanzine para redactar sus
intuiciones,
escribía en El País una columna titulada
Destrucción que no es sino una intervención sobre el
manifiesto de Karen Eliot, subvirtiendo la palabra
"exclusión", de rancio sabor marxista, por la de
"envidia",
un fenómeno mucho más creible para una
ideología del éxito políticamente correcta, en
forma de "virus altamente destructivo" que en su fase
final
convertiría a sus pacientes, artistas fracasados en su
mayor
parte, en camicaces "dispuestos a sacrificarlo todo, su
prestigio,
su fortuna, cualquier código y hasta la propia vida".
Todavía las publicaciones alternativas que han asumido la
convocatoria tienen que enfrentarse a la incomprensión de
bastantes, construida ella misma, tenemos que decirlo, a
la medida
del espectáculo y de sus mitos ya seculares. Uno de estos
mitos, el más difícil de sacudirse, sería el de
un elemento performativo en los motivos del espectáculo
que
los haría inaccesibles a la intervención. Así,
en el debate abierto en la revista de mail-art P.O.Box,
hemos visto
cómo una convocatoria destinada a la construcción
colectiva de un concepto de Huelga de Arte cuyos
precedentes han
tenido carácter de ensayo o tentativa, nunca de modelo o
referencia, se ha transformado en una discusión acerca de
un
concepto que viniera dado, sin que podamos saber por quién
ni
de qué manera. A la vista de las críticas que se han
ido reflejando de manera cumplida y honesta en dicha
publicación, y aprovechando el espacio que me ofrece este
fanzine, considero necesario realizar algunas precisiones
acerca de
este primer desenfoque.
Quienes hayan seguido la convocatoria desde su origen
habrán
percibido la ausencia de planteamientos definidos y
cerrados con
respecto a la misma. No es sólo que la propuesta nace con
espontánea y transparente inmadurez. Ya no existen planos
absolutos de realidad; a lo sumo se dan, y esto porque es
el
problema lo que quiere globalizarse, movimientos
aglutinantes,
causas comunes, diferentes problemas personales dentro de
un mismo
marco político. Dentro de este marco de problemas globales
y
soluciones diversas que cumplen bien la función que
disolver
la globalización de las causas únicas, son cada vez
más necesarios motivos de movilización capaces de
aglutinar y prender discursos en torno a cuestiones que
salpican a
tod@s y que la ortodoxia revolucionaria ha desconsiderado
en los
movimientos del pasado.
Pensamos que la movilización por la Huelga de Arte reune
condiciones tales que producirían efectos espectaculares
en
la estructura del sistema capitalista (que en Occidente se
monta
principalmente sobre necesidades de segundo orden,
principalmente
productos culturales o ideológicos o transmitidos a
través de estos mecanismos) con un mínimo costo
social. Acaso nuestras necesidades estéticas tendrían
que canalizarse hacia actividades que no tuviesen cabida
en los
espacios y circuitos que sustentan la estructura de las
artes, tal y
como esta aparece hoy definida dentro del sistema del
mercado y de
las legitimidades políticas. A cambio, todo un sistema
sostenido gracias a la alienación espectacular,
alienación que es económica e ideológica
paralelamente y de una vez y que ha integrado gracias a
sacralizados
mecanismos de abstracción y de propiedad todas las
rupturas
formales, quedaría cuestionado en el peor de los casos (su
seguimiento por un número reducido de marginales) y
colapsaría si se diese un seguimiento notorio.
Hemos tenido ocasión de comprobar la inmediata
simpatía que puede generar este concepto, o más bien
este collage de conceptos procedentes de diferentes
universos cada
vez más implicados, entre much@s artistas comprometid@s y
activistas (contra)culturales. Cabe interpretar según esta
simpatía el hecho de que una convocatoria limitada, en
principio, a Madrid y Barcelona, ha suscitado respuestas
desde todas
las partes del mundo. Aunque dicha simpatía se ve en
muchos
casos matizada tras una "consideración racional" de las
circunstancias a que podría dar lugar, much@s de quienes
se
pronuncian contra ella manifiestan hacerlo a pesar de
interesantes
estímulos. Creemos que se trata de un concepto cargado y
ya
reconocible, una realidad mutante, como muchas
manifestaciones
artísticas, una criatura del espectáculo que amenaza
llevárselo por delante. El espectáculo lleva inscrito
siempre su final: el Espectáculo no existe. Cada
espectáculo busca negar el momento aberrante de la
eternidad.
Es el Capital, como fuerza separada del control humano,
quien se
agazapa tras un encadenamiento uniforme de espectáculos
que
impiden retirar la mirada para comprender. Es el Capital
quien
admite esa metáfora como uno de sus Nombres Divinos. Y si
el
Capital siempre tuvo una lógica prevención hacia las
huelgas, pondrá todos los recursos para eliminar los
recursos
que puedan cuestionar el mundo que ha construido de arriba
a abajo,
un mundo que se disolvería apenas retirásemos la
mirada.
Se trataba en un principio de aprovechar el potencial
evocador de
ambos conceptos en interacción y su enorme capacidad para
generar discursos desde diferentes ámbitos: desde el de
las
artes, de la política, de la economía, de la vida
cotidiana... La enumeración de la multiplicidad de motivos
que podrían condensarse en ella (P.O.Box, # 25)
atendía a esta pluralidad de motivaciones implicables en
su
discusión. El concepto surgió desde los circuitos de
mail-art (no para quedarse en ellos, desde luego) al modo
de una
silueta que había que manipular, copiar y pasar, una forma
no
espectacular de transmitir ideas, pero no poco efectiva a
la hora de
establecer una red internacional de activistas. La Huelga
de Arte es
un planteamiento horizontal, sin derechos de autoría para
nadie. No es una situación construida, sino una escena
para
luchar y jugar a otros juegos. No hay nada que derribar:
hay que
construir la Huelga de Arte.
A la luz, sin embargo, de algunas críticas, podemos ya
decir
unas cuantas cosas todavía acerca de lo que la Huelga de
Arte
no es para much@s de nosotr@s:
La Huelga de Arte no es una huelga de silencio. A pesar de
que la
mayoría de las objeciones críticas se han orientado en
esta línea creíamos esto explícito cuando
hablábamos de un silencio activo, al igual que los
trabajador@s en huelga no se quedan en casa, sino que
acuden a la
puerta de la fábrica, organizan piquetes y extienden la
huelga a otros centros, la huelga de arte no es unas
vacaciones de
los sentidos (P.O.Box, # 24: Sobre la huelga de arte
Barcelona
2000-2001, pero Karen Eliot lo hizo aún más
explícito en un comunicado posterior (cf. Es tiempo de
asesinos, P.O.Box, # 26): ...estamos hart@s de minutos de
silencio..., clamor del espectáculo detenido antes del
desencadenamiento de los sucesos, hart@s también del
silencio
construido a base de pensamiento único y abstracción
mediática. Es cierto que un simple parón de
actividades disidentes dentro de las artes no nos llevaría
a
ningún sitio, si este parón no fuese visible, si no
fuese clamoroso y espectacular. Aunque podemos asumir el
simple
gesto, no tenemos pretensión alguna de quedarnos ahí.
También es posible que no todos los marcos sean oportunos
para esta acción. Hago referencia aquí al
planteamiento de Clemente Padín respecto de cual pueda ser
la
situación en Latinoamérica, y la función
liberadora-crítica que las artes puedan tener allí.
Consideramos que el seguimiento de la huelga sería más
eficaz en los paises que organizan su economía en torno al
consumo, allí donde se despliega cada vez con diseños
más atroces el espectáculo del sufrimiento de otras
partes del mundo.
La Huelga de Arte no es una Huelga de Artistas. Tal
asunción
únicamente aparecía implicada en la convocatoria de
Metzger en los años 70 y aparece explícitamente negada
en la Huelga de Karen Eliot de 1990-1993, pues tendería a
reconocer al artista un estatus profesional separado que
le negamos,
no sólo porque escamotea el reconocimiento de la potencia
creadora que anima a todo ser humano, sino porque las
propuestas
artísticas más innovadoras cada vez tienen menos que
ver con el ejercicio profesional de las artes y las más
influyentes encuentran una potente aplicación en los
dominios
del espectáculo (publicidad, televisión, industria de
objetos culturales). Si frente a estos usos espectaculares
de la
energía y la creatividd humanas se ha definido un circuito
de
artistas disidentes, que han encontrado por ejemplo en el
mail-art
un interesante campo de aplicaciones, ello no ha venido a
estorbar,
y sí muchas veces a inspirar, la práctica de un
apropiacionismo mediático de imágenes de utopía
subvertida que constituyen la base actual del espectáculo.
Querer definirse, en cuanto artistas, como representantes
de lo
colectivo, cuyo silencio asolaría ese valor, resulta una
actitud ingenua a la vista de esta inmensa pantalla que
impone su
verdad según una sola medida, la que nos tiene en huelga
de
arte desde hace varios siglos a quienes no reflejamos en
nuestras
obras el prisma neoliberal. También de esta manera
trasciende
la Huelga de Arte cualquier principio de subjetividad o de
autoría.
La Huelga de Arte no es una Huelga de producción. No cabe
esperar que sean los productores de la industria del
espectáculo ni sus patronos capitalistas los que mejor
sintonicen con esta convocatoria. También aquí la
inercia de una tradición de fracaso asumida
acríticamente podría llevarnos lejos de la realidad
que se vive, donde ninguna de nuestras elecciones puede
relejar ya
el todo. Si al capitalismo en fase de construcción
correspondieron las huelgas de producción como estrategias
de
lucha de clases, al capitalismo en fase de decadencia
(postcapitalismo, sociedad de consumo) deberían
corresponder
más bien las huelgas de consumo. Jorge Verstrynge plantea
esta estrategia en el número 109 de la revista El Viejo
Topo
(El consumo como arma): "Si el consumo es la clave,
entonces el arma
clave es el consumo. Podemos aceptar del capitalismo el
que sin
beneficio prefiera no producir; pero él debe aceptar de
nosotros que la toma en consideración de criterios
exclusivamente de rentabilidad conduce a una situación no
óptima desde el punto de vista del Sistema, e incluso
explosiva desde un punto de vista social." Así como
nuestras
propuestas estético-expresivas privilegian la
percepción como momento constructivo de la experiencia en
un
mundo sobrecargado de imágenes, la huelga de arte no debe
plantearse exclusivamente como una huelga de productores,
ni como
una huelga de participantes en los con-cursos mediáticos,
sino como una huelga de espectadores críticos conscientes.
(Esto Continuará).