CONTRA LA FOLKLORIZACIÓN DE LA VANGUARDIA, PARA UN ARTE COMO PRATICA DE LA VIDA COTIDIANA: fragmentos de poética
Antonio Orihuela
[<] Poesía Experimental/Libros de Artista
Sostengo que las palabras formalizan códigos de expresión y que,
desde el control de estos, se consensua la producción,
normalizándola; y también que, en el trabajo dialéctico contra la
norma, se inventan nuevas palabras, y desde ellas, nuevos códigos de
expresión.
El trabajo creativo sobre las palabras y los códigos se mueve en dos
niveles que también se reatroalimentan, desde lo social a lo
individual y viceversa. La investigación, el uso y la experiencia
personal sobre los lenguajes y los códigos, nos descubre desde la
palabra la construcción del mundo y la posibilidad de los mundos
posibles, claves de expresión e interpretación con mayor o menor
capacidad de intervención social. Esta actividad múltiple, puede
orientarse hacia la independencia y asignificación social de las
propias producciones de signos, subrayando el carácter alterado de
los lenguajes poéticos, o bien se insertan en un diálogo con lo
social en el que se afirman o cuestionan los signos, códigos y
lenguajes normalizados, trastornando y perturbando, en este caso, lo
que se tenia por estereotipado y se aceptaba como convencional.
La despreocupación, en el trabajo creativo sobre las palabras y los
códigos, por la presentación pública de los mismos, por su factura,
tiene sus orígenes en la extrañeza que provoca su traducción a
soportes y materiales ajenos al proceso de producción de
significados que tiene lugar en unas y otros. En realidad, para
trabajar con el lenguaje y desde él, sólo se requiere un grado
aceptable de conocimiento del mismo, buenas dotes de fino observador
y capacidad de sorpresa ante la vida.
La creación sobre el lenguaje, desde estos parámetros podría
significar la democratización final de la poesía y la muerte del
arte como poesía mediatizada. Frente a los discursos formalistas e
historicistas hegemónicos, estamos con Josu Montero en situar estas
concreciones de lo poético como "impulso moral y no estético...
búsqueda de la verdad y no... de la belleza", programa ideológico
pues, en defensa de una transformación de la vida social.
Desde sus manifestaciones como cartel, y su normalización social a
través de los lenguajes publicitarios, el trabajo sobre el lenguaje
pasa de ser de un producto elitista (bajo las formas tradiciones de
la poesía y la prosa literarias) a convertirse en un medio para la
expresión de lo masivo en el contexto del pop art, es decir, de la
cultura de masas y del sistema capitalista (en cualquiera de sus
versiones).
Frente a los discursos genealogistas donde se valoran padres y
madres de la mal llamada "poesía visual" que nadie conoce (no por
ello importantes, pero desde luego, no necesarios para la práctica
de lo poético), los más media nos bombardean todos los días desde
hace más de un siglo y con especial inquina en los últimos
veinticinco años, con la suficiente cantidad de códigos, mensajes y
manifestaciones de lo visual, con todo tipo de apoyos tecnológicos,
como para que cualquiera pueda, cuando le venga en gana, ponerse a
practicar con estas manifestaciones que se* han vulgarizado como
"poesía visual", tal vez por que, inicialmente hecha por poetas,
como sus producciones discursivas, desgraciadamente, siguen sin
tener capacidad para saltar a otros espacios sociales y siguen
repitiendo los mismos malos usos mercadotécnicos de la poesía
tradicional. Vgr.: visualización en formato libro, pequeñas tiradas,
escasa difusión, marginalidad, etc...
Pienso que esta tradición formalista y estetizante tiene mucho que
ver con la malversación que desde el historicismo se ha hecho de la
vanguardia, entendiendo esta como experimentalismo metodológico;
olvidando conscientemente que el programa de la vanguardia fue, por
encima de sus manifestaciones estéticas, un programa ético de
transformación de las relaciones de producción y consumo, no sólo
cultural. Millán habla bien claro, últimamente, sobre estos olvidos,
y teniendo en cuenta su magisterio sobre el asunto, es de agradecer,
porque desplaza el discurso y el debate hacia terrenos poco
gratificantes para la mayoría de los practicantes de poesía visual
embriagados en lo que Pignatari llamó con tanta gracia, la
"folklorización de la vanguardia".
La grandeza esta historia es que es, por abierta y horizontal,
profundamente democrática. Todo cabe. Su miseria, el que pintores,
escultores, poetas, etc... con menor o mayor grado de
profesionalismo y acierto, se hayan acercado a ella como si de un
nuevo género se tratara, y en el que, cumplidos determinados tics de
lo visivo, pueden continuar satisfaciendo su ego personal u obtener
un reconocimiento que en las prácticas tradicionales del arte,
cerradas y elitistas, les ha sido negado. García Martín, con su
particular inquina nos recordaba, a veces con toda la razón del
mundo, cuanto mal poeta se esconde detrás de la "poesía visual". Es
muy difícil encontrar que, como en el caso de A. Gómez, se dé la
polisemia más allá de la pura sintaxis; abundando, por contra, la
mezcla arbitraría o meditada de formas y colores que fijan la
creación en un universo exclusivamente estético.
Aún así, me parece mucho más acertado, vista la Historia de todo
movimiento, seguir manteniendo abierto el campo de lo experimental a
todo el que quiera acercarse, por que nuestra actitud social me
parece mucho más interesante que nuestra aptitud estética. Esto no
quiere decir que todo lo que hagan los demás tenga que gustamos,
cada cual tendrá sus preferencias, pero todos las mismas
posibilidades. Tampoco que en pos de esta democratización haya que
renunciar a la reflexión, la crítica y a las llamadas de atención
sobre lo que debería ser. Nuestra unidad, no puede fundarse sobre la
complicidad, si no sobre la base de que se sostiene una determinada
posición ante la vida. Creo, repito, que es esta la única forma de
vanguardia posible y desde luego, la que nosotros debemos
reivindicar para nosotros desde la libertad, cosa que ningún otro
movimiento (o colectivo identificado con determinadas formas de ser
creativos) permitió..
Personalmente defiendo el trabajo creativo sobre el lenguaje como un
otro instrumento de mi programa de investigación sobre lo real, en
cuanto instrumento metodológico no es ajeno a la teoría general
(marxista) que anima y da sentido a cualquier pesquisa, pero que
también permanece conectado, a modo de red instrumental
metodológica, con otros aspectos de mi vida que considero igualmente
creativos y no por eso expresivos. Vgr.:
No hacer nada.
En coherencia con mi programa de investigación, y tal y como dice
Clemente Padín, es imprescindible que lo poético experimental diga,
informe, más allá de presentarse como una nueva forma de decir. Es
totalmente estéril mostrar de nuevo los viejos recursos ya aceptados
y vigentes "por el régimen y el sistema literario oficial (Padín,
1989)" con la excusa de un otro nuevo travestismo tecnológico. De
ahí la importancia de buscar lo que de contradictorio tiene y genera
la sociedad, por, que esas contradicciones no aceptadas, reprimidas,
e incluso perseguidas y/o castigadas, son todas ellas, expresiones
de subversión (o de la necesidad de ella en tanto niegan el ideal de
"Mundo Feliz") que también son censuradas en el mundo de la creación
normalizado, al fin y al cabo, que más que otra de las máscaras de
un sistema que oculta así sus culpas, disfrazando de belleza sus
cloacas y sus silencios.