LAS HUELGAS DE ARTE
Industrias Mikuerpo
[<] Huelga de Arte
Comunicación leída el 21 de abril de 1998 en la
Facultad de Bellas Artes de la U.C.M., dentro de las Jornadas de
Historia de Arte Contemporáneo "1968-1998: 30 años de
contracultura".
Al hablar de "Huelga de Arte" no estamos utilizando un concepto
legítimo desde el punto de vista del uso codificado del
lenguaje, sino que llevamos a cabo una reunión de conceptos
que nombran instituciones en muchos casos ideológicamente
enfrentadas. La Huelga de Arte, a pesar de los intentos sucesivos
que aquí vamos a reseñar, de llevar a cabo una
respuesta global al estado de cosas dominante, no es todavía
de este mundo, no ha logrado aún condensarse en un gesto
colectivo que perdure en la conciencia social como perduran las
estatuas, y eso es todavía estar fuera. El concepto de Huelga
nos trae a la mente la idea de insurrección popular, la
irrupción de la acción colectiva en la historia, la
denegación de la producción por parte de quienes se
presentan en esta denegación como productores puros. El Arte
se define históricamente como institución
autónoma en el momento en que la burguesía entra en la
historia, y se perfila como último reducto del individuo
burgués, objetivación de su prevalencia y espacio para
el puro disfrute emancipado de las necesidades materiales y de las
contradicciones mundanas. La Huelga [como institución] ha
sido tradicionalmente un arma de lucha obrera contra la
explotación; el Arte [como institución] ha sido
tradicionalmente una herramienta ideológica al servicio de la
burguesía que expresa esa misma explotación.
Pertenecientes a esferas del pensamiento absolutamente separadas,
este “collage” conceptual crea una atmósfera semejante a la
que podrían crear un paraguas y una bicicleta en una mesa de
operaciones. Sin embargo, no es casual que ambas instituciones se
consoliden en un mismo momento histórico, y sospechamos que
su antagonismo es más profundo de lo que puede dar a entender
su desencuentro en los discursos generados a partir de entonces.
Siempre que se refieren a realidades irreconciliables, los conceptos
se desenvuelven en discursos que parecen irreductibles aunque
correspondan a una misma potencialidad humana. Así, mientras
el conflicto social sigue vigente, la Institución siempre se
apuntala en cada una de sus manifestaciones. Mediante una clara
distinción entre regiones incomunicadas de la actividad
humana, se garantiza que la ruptura del proceso de
reproducción material no afectará a los patrones
culturales de reproducción social, y que la
transgresión formal de las producciones artísticas
modernas no tendrá consecuencias en las relaciones de
producción material. Mediante la institucionalización
de la forma de la Huelga, como derecho reconocido en la defensa de
los intereses de los trabajadores, se canaliza la
insatisfacción de no vivir la propia vida ni siquiera a
medias hacia ámbitos "negociables" dentro del marco
estrictamente laboral, y desde las condiciones establecidas por las
relaciones de producción vigentes. Por su lado, la
institucionalización de un ámbito de
experimentación puramente formal, autónomo respecto
del mundo, corresponde a la canalización virtual de la
ideología revolucionaria que determina a la conciencia
burguesa en su formación y subyace a ella en la
ideología de lo "moderno". La disputa antiacadémica se
convierte en el paradigma de las luchas sociales, y la
crítica en una instancia paternal a la que hay que burlar y
desobedecer.
Es en su sentido institucional que la liberación de un
mundo estético por un sector determinado de la
población se convierte en abstracción genérica
y se presenta como objeto de culto que quiere ser juzgado
según su propia excelencia, y no en función de las
condiciones materiales que le han dado existencia, ni de su
relación con el mundo del que ha sido segregada. Pero “arte”
y “huelga”, fuera y antes de su sentido institucional, son los
resultados de una actividad creadora y una denegación
productiva que atienden a una concepción del mundo solidaria:
la liberación del tiempo del trabajo (producción
interesada) es la condición para el cultivo de un tiempo
estético (producción desinteresada). Los sucesivos
intentos de llevar a cabo huelgas de arte realizados desde los 70
continúan aquella tendencia que apunta a derribar las
barreras que separan el arte de la existencia común y
pretenden liberar la fuerza expresiva del colectivo, actitud que se
hace explícita en el dadaísmo, en gente como los
"artistas desertores" Grosz y Hearthfiel o Paul Scheerbart, que en
1915 lleva hasta el final una huelga de hambre contra la guerra.
Gustav Metzger realiza en 1974 la primera convocatoria global
de Huelga de Arte entre los años 1977-80 (3). Esta
convocatoria se inscribe dentro de un proceso continental de
descomposición de las luchas, de difusión de las
clases y de aparición de movimientos diferenciales, centrados
en cuestiones concretas, pero conserva aún la estructura de
los viejos modelos de movilización. Se trata de una huelga de
perfil netamente moderno, donde el artista proletarizado reacciona a
la degradación de sus condiciones de vida, muy cercanas ya a
la del obrero asalariado y en la mayoría de los casos mucho
más precarias, toma conciencia de su condición de
trabajador de la cultura y reproduce los modelos históricos
de movilización llevados a cabo por los trabajadores. La
convocatoria de Metzger se definía como maniobra
revolucionaria que apuntaba en último término a
destruir el Arte como institución (museo y/o galería)
en aras de la liberación del productor, en este caso el
artista, de la cadena artística de producción.
Se trataba de una aplicación demasiado tardía del
modelo institucionalizado de lucha obrera a un marco de
producción enteramente distinto, un intento de resolver las
contradicciones que las nuevas condiciones de reproductibilidad
tecnológica y la lógica de la mercancía
imponían a la creación artística (4) a partir
de esa misma lógica. Como señala Stewart Home:
"aquellos cuyas identidades están basadas en 'su
oposición' al mundo tal y como es, tienen un interés
solapado en mantener su posición. Para cambiar el mundo, es
necesario abandonar los rasgos de carácter que ayudan a
sobrevivir en la sociedad capitalista." (5)
En tanto interrupción de la forma, la huelga de Metzger no
podía definirse ni siquiera como una emergencia
artística, a no ser que entendiese ésta como pura
mimesis. En tanto interrupción de un proceso de
producción material de obras, la huelga estaba condenada al
fracaso, ya que el arte no satisface ninguna necesidad material
inmediata. También pudo constatarse que no existe una
conciencia de clase entre los artistas que les pueda llevar a
considerar siquiera una empresa colectiva de este carácter
(la propuesta de Metzger no conquistó ninguna
adhesión). El paradigma profesional del artista es la
expresión climática del individualismo
contemporáneo, con su comportamiento irreductible a cualquier
escala de valores. Pero ante todo la ingenuidad del planteamiento
sirvió al menos para constatar la distancia existente entre
ambos discursos, y las contradicciones surgidas al ponerlos en
contacto. Según diría después Karen Eliot, la
actividad de Metzger "trataba de ubicarse en el modelo
clásico de héroe/villano, lo cual pudo influir en sus
dificultades para atraer apoyo a la huelga". (6)
Sobre estas contradicciones que han animado a los artistas de
nuestro siglo a emprender las aventuras conceptuales más
arriesgadas aún se injerta otra derivada de su acceso a la
cultura de masas, donde el artista es ya menos un productor que una
mercancía, se halla encadenado a la institución como
la mercancía lo está al mercado, y no
existiría probablemente fuera de este ordenamiento de las
cosas, por cuanto es una figura que emerge del mismo. Así, la
convocatoria de Huelga de Arte realizada por el grupo Praxis en 1986
para los años 1990-93, cuestionaba precisamente el rol que
juega el artista en el mantenimiento de una estructura
ideológica que genera, a su vez, ideología, y apuntaba
a un número más amplio de cuestiones que la
convocatoria de Metzger.
En primer lugar, el artista no sería el sujeto de esta huelga
sino su objetivo preferente, definido en su función como una
parte de la facción burguesa en la lucha de clases: "La
actitud de los artistas ha sido la de distinguirse de alguna manera
del resto de las actividades humanas. Esta actitud crea una
justificación ideológica para las divisiones
jerárquicas entre los seres humanos" (7). El artista como
individuo, y con él el mito de la identidad, aparece negado
en la utilización del nombre múltiple Karen Eliot,
lanzado al mismo tiempo que la huelga como un "contexto/identidad"
bajo el que podían actuar diversos activistas, y en cuyo
programa aparecía negada esta identidad desde una perspectiva
"postmoderna". En Neoismo, Plagiarismo y Praxis, apunta Stewart
Home: "Llamar a alguien artista es negar a todo igual el don del
sueño, de la imaginación; de este modo, el mito del
genio se convierte en una justificación ideológica de
la desigualdad, la represión y el hambre. Lo que el artista
considera su identidad son un conjunto de actitudes prescritas;
ideas preconcebidas que han encerrado a la humanidad durante toda su
historia. Son las actitudes derivadas de estas identidades, tanto
como los productos artísticos derivados de la
cosificación lo que debemos rechazar" (8).
Además, cuando en línea con la empresa
situacionista cuestiona el arte como actividad separada, ya no se
trata de un gesto ceñido a sus connotaciones
económicas, sino que se inscribe en una estrategia más
amplia de orden cultural, o mejor, contracultural en un sentido
propio (respecto de la cultura dominante). La Huelga de Arte de los
noventa es, en sí misma, y como tal se reconoce, un enunciado
estético de primer orden, al que no se le podría negar
si se pretendiese, desde los criterios que las vanguardias han
obligado a asumir al sistema de las artes, un carácter
plenamente artístico. La Huelga de Arte de 1990-93 es un
movimiento en la superestructura, la conciencia de la
situación tratando de conmover la situación de la
conciencia. "Mientras que, tradicionalmente, las huelgas se han
visto como un medio de combatir la explotación
económica, la Huelga de Arte tiene su principal
interés en la cuestión de la dominación
política y cultural". Si la propuesta de Metzger
pretendía liberar el arte por medio de la huelga, la de
Praxis buscará contribuir a la lucha del movimiento obrero
per medio de los instrumentos del arte. "La importancia de la Huelga
de Arte no radica en su viabilidad, sino en las posibilidades que
despliega para intensificar la guerra de clases." (9) Si la primera
atendía a la condición profesional del artista, para
dar curso a la segunda era preciso un circuito de activistas
culturales excedente del circuito institucional de las artes y
enfrentado a él no de modo simplemente ideológico,
sino material.
Las redes de mail-art se convirtieron en el canal ideal para
difundir el proyecto, y la conciencia generada en la
interacción con estas redes en su medio preferente de
reproducción. No obstante, al plantearse como acto de
intervención estética, se asumía a la vez dicho
ámbito de intervención como "separado", permitiendo
que el gesto se disolviese en su propio reto y no obtuviese
más resultados positivos que los que afectaban a la propia
carrera de los artistas implicados en ella: "Al enmarcar mi
actividad como una Huelga de Arte me hice más famoso
que muchos de los que perseguían la publicidad y
extendí la audiencia de mis libros." (10) Las repercusiones
sociales de esta huelga, que sí fue secundada por un
reducido grupo de artistas, llegando a consolidar Comités de
Apoyo (CAHAs), fue en cambio nula, dejándose interpretar como
una curiosidad más en la escena, y no alcanzando otro
auditorio para su "propaganda proletaria" que el formado por los
propios artistas y diletantes.
Acaso una de sus repercusiones más notables de esta
huelga haya sido la convocatoria lanzada desde Madrid y Barcelona
para los años 2000-2001 a cargo de Luther Blissett
& Karen Eliot & Monty Cantsin, inspirada directamente en
la de 1990-93. En una carta personal de Stewart Home a los
convocantes de esta huelga, deseaba que así como el
múltiplo Luther Blissett había perfeccionado y evitado
los errores del contexto-identidad Karen Eliot, esperaba que la
convocatoria 2000-2001 hiciese lo propio con la de 1990-93. De esta
forma la huelga negativa de los noventa se ligaba
explícitamente a sus consecuencias como antes lo hiciese con
sus precedentes, sugiriendo una interpretación
dialéctica de las tres huelgas que es la que, desde una
perspectiva exterior, me propongo aquí reseñar.
En una comunicación electrónica alguien
definió a Luther Blissett como “no tantos y eso menos”. Esta
definición hermética hacía referencia a la
leyenda circulante de que Luther son “muchos artistas”. En efecto:
el contexto-situación Luther Blissett, que en su origen se
reclamó heredero del situacionismo para terminar
desmarcándose de la ortodoxia situacionista, no se define ya
como artista colectivo, ni siquiera negativamente, y busca su
terreno de acción no tanto en el arte institucional como en
los medios de comunicación de masas: la TV, la prensa
(oficial y alternativa) o las redes electrónicas. Tampoco la
convocatoria para el cambio de milenio ataca directamente a la
institución artística, más que en la medida de
su implicación y servidumbre a la “cadena de los
espectáculos” (de ahí, tal vez, su definición
como “huelga espectacular”). Del mismo modo que, en el terreno de la
identidad, no se considera necesario insistir en una
descomposición que se da ya realizada con el sistema
espectacular, ni se reivindica la posición del artista ni se
considera útil seguir atacándola en un momento en que
“las propuestas artísticas más innovadoras cada vez
tienen menos que ver con el circuito oficial de las artes y las
más influyentes encuentran una potente aplicación en
los dominios del espectáculo” (11). La idea que subyace a
este planteamiento es la de que no tiene sentido seguir negando lo
que ya está superado, a no ser que exista una
pretensión última no declarada de seguir así
sosteniendo lo que se niega.
Si la huelga de los noventa corresponde a la existencia de un
circuito de creadores no profesionalizados que atentan contra la
institución, la convocatoria para el cambio de milenio
responde a la superación efectiva de la actividad creadora en
la nuevas redes de comunicación y en el espectáculo
publicitario. Con las nuevas tecnologías, el artista se ha
convertido en el espectador de su propia obra, tal y como le aparece
prescrita por la demanda mercantil. Por ello no se trata de una
huelga de artistas, sino de “espectadores críticos
conscientes”, y no de un parón en la producción, sino
ante todo en el consumo. “Si al capitalismo en fase de
construcción correspondieron las huelgas de producción
como estrategias de lucha de clases, al capitalismo en fase de
decadencia (post-capitalismo, sociedad de consumo) deberían
corresponder más bien las huelgas de consumo” (12). Siguiendo
el mismo juego dialéctico, la denegación de la
producción estética vendría superada por la
activación crítica del espectador, al que no se le
pide ya que participe en la producción del espectáculo
(un nuevo modo de alienación propiciado en las sociedades
mediáticas al exacerbar viejas utopías de la
vanguardia), sino que haga el mínimo esfuerzo de retirar la
mirada. Se sabe que ésta denegación reproductiva del
espectador no va a producirse de modo espontáneo, por lo que
los convocantes hablan de una huelga activa; a lo que se apunta en
última instancia es a “generar discursos desde diferentes
ámbitos: desde las artes, la política, la
economía, la vida cotidiana…(13)
Por ello también la Huelga de Arte se plantea como una
posibilidad sin definir, ni en cuanto a sus objetivos ni en cuanto a
sus propios resultados. Su planteamiento horizontal, al modo de una
silueta que había que manipular, copiar y pasar según
el modelo iniciado por Ray Johnson para los circuitos de mail-art,
hace que el proyecto se plantee de modo abierto y absolutamente
accesible para cualquiera. “Ya no existen planos absolutos de
realidad: a lo sumo se dan, y esto porque es el ‘problema’ lo que
quiere globalizarse, movimientos aglutinantes, causas comunes,
diferentes problemas personales dentro de un mismo marco
político.” Si el concepto lanzado por Praxis se dejaba leer
como una desviación “postmoderna” del sentido de los
conceptos originales separados, la convocatoria del 2000-2001 debe
entenderse como una disolución “transmoderna” de todas las
antiguas distinciones. Ni la identidad fragmentada, ni el artista
reducido a la servidumbre del sistema capitalista se oponen ya a los
avances de la plena disolución de las fronteras en una “forma
única” que reduce todas las diferencias. Y ya no es
cuestión de fomentar esta disolución, sino de
enfrentarla.
He eludido hacer aquí mención de iniciativas
históricas puntuales en las que los artistas se expresaron
mediante la huelga para enfrentar un problema concreto, tales como
la Huelga de Arte de Nueva York contra la Guerra de Vietnam y contra
el Racismo (1970) o el rechazo de los artistas polacos a exponer sus
trabajos en galerías estatales durante la ley marcial (14).
En estos casos limitados a períodos de tiempo bastante cortos
se conseguía una participación notoria, sin que en
cualquier caso se reclamase a través de ellas un
replanteamiento global de la cultura, sino sólo una
intervención contingente sobre ella. Me he ceñido en
esta interpretación a tratar de componer un relato unificado
de las tres convocatorias globales de Huelga de Arte lanzadas hasta
la fecha como derivaciones de una misma idea en proceso. Los
resultados o posibles nuevas emergencias a que pueda dar lugar es
algo todavía no teorizable que habrá de definirse en
la práctica de l@s activistas.
NOTAS
(3) En el catálogo El arte en la sociedad / La sociedad
en el arte (ICA, Londres, 1974)
(4) Recuérdese las ideas de W. Benjamin al respecto en
La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica.
(5) "Las huelgas de arte", en P.O.Box, # 27, Barcelona, Merz Mail,
1997, traducción de Yolanda Pérez Herreras de Neoismo,
Plagiarismo y Praxis, Edinburgh & San Francisco, AK Press, 1995.
(6) "Sobre la huelga de arte 1990-93. Karen Eliot entrevistada
por Scott McLeod" (1989), P.O.Box # 27.
(7). Op. Cit. Trad. De Yolanda Pérez Herreras, en
"Derribar la cultura formal", ANNA # 2, Barcelona, Factoría
Merz Mail, 2000-1.
(8) Id.
(9) Op. Cit.: "La Huelga de Arte 1990-93".
(10) "Stewart Home entrevistado por Fabio Zucchella", Pulp
Libri # 3, Roma, sept-oct 1996, traducción del inglés
de Industrias Mikuerpo recogida en Amano # 6.
(11) Luther Blissett: “Por una huelga espectacular”, en Amano,
# 8, Madrid, Industrias Mikuerpo, 1997.
(12) Id.
(13) Id.
(14) Folleto anónimo Art Strike, apdo. 9326, Barcelona
08080 / apdo. 36455, Madrid 28080.