Pero ¿quién demonios era Luther Blissett?
Vivian Abenshushan
[<] Proyecto Luther Blissett

Extracto del artículo Breviario de insumisión
pirata de
Pero ¿quién demonios era Luther Blissett? ... sin
embargo, Blissett aparecía en todas partes. Se le
había visto desde 1997 en España, en acciones que
emulaban la artillería dadaísta, como aquel día
en que se presentó (la cara tapada con pañuelo y gorra
negra) en una sala de conciertos de Barcelona y leyó el
Manifiesto por la Huelga del Arte después de haber roto
los
pinceles con los que acababa de pintar bigotes a la
Gioconda. A
raíz de ese incidente le llamaron neodadaísta y
Blissett se convirtió en el fantasma sucesivo de Tzara,
Ball,
Huelsenbeck. ¡Pero si las vanguardias han muerto!,
gritaban
entre bostezos los teóricos de la posmodernidad. Sin
embargo,
aquella nueva encarnación del descontento los
desmentía. Frente a las convenciones de una cultura cada
vez
más complaciente y frívola, entregada a la pura
especulación económica y los códigos
mediatizados, y por eso incapaz de responder de manera
creativa a
las convulsiones del mundo, la moratoria artística de la
que
hablaba Blissett proponía un deslinde, el retiro
voluntario
de un sistema donde las obras exhibían cada vez con menos
pudor su condición de marionetas banalizadas,
acríticas, muertas. La alusión a Duchamp no
consistía sólo en desfigurar a la Mona Lisa, sino en
algo aún más drástico: retirarse en plena
producción artística, desaparecer, no para sentarse de
manera pasiva, sino para provocar temblores, aperturas,
grietas,
donde construir espacios de expresión en la vida
cotidiana.
Muy pronto se le sumaron otros artistas que estaban
igualmente
enojados, y en arco’99 (la Feria de Arte Contemporáneo de
Madrid), doce personas, que llegaron a la inauguración sin
haber sido invitadas, interrumpieron bruscamente la
recepción
que le hacía la televisión a la infanta Cristina, para
hacer un llamamiento a la huelga. Cosa rara: los doce
infiltrados se
hacían llamar Luther Blissett. ¿Pero cómo?
¿Qué no era ése sólo el cabecilla? En la
era del star system ese dios de un nuevo universo, la
renuncia al
nombre propio y con él al reconocimiento, el liderazgo
visible, la personalidad, se convirtió en la primera
anomalía con que Blissett descompuso el modo de operar de
los
medios de comunicación. Para todos los luthers que se
propagaron por España, decir «yo» carecía
de importancia.
Pero en realidad eso era apenas la punta del
iceberg: la
actividad de aquel Zelig anarquista, que era capaz de ser
cualquiera
siendo nadie, se había extendido desde hacía tiempo
por todo el territorio europeo, donde aparecían
esténciles, estampas, pintas callejeras, envíos
postales, publicidad intervenida, radios libres, acciones
y zines
bajo su firma. Estaba en todas partes y, sin embargo,
Luther
Blissett propiamente no existía.